miércoles, 12 de octubre de 2016

Pepe desde el Benito Juárez

Ayer,  llegando a México en un viaje fugaz de trámites, vi en las noticias que Hillary hizo referencia a Lincoln en el debate. Trump, según entendí, le hizo saber que ella no era Lincoln y dio a entender, con la caballerosidad que lo caracteriza, que estaba muy lejos de serlo. 

Me puse a pensar que los dos candidatos estaban lejos de ser, no solo como Abraham Lincoln, sino como cualquiera de muchos de los líderes que los antecedieron, muy a pesar de que uno de los dos en semanas será su sucesor, según mis cálculos y datos de Wikipedia, número 28.

Dónde están el Churchill, el Gandhi, el Juárez, el Bolívar de estos tiempos?  Esta no es una pregunta ilusa, se supone que como Humanidad debemos ser cada vez mejores. Quedé con la idea dándome vueltas. 

Hoy en la mañana comentaba acerca de eso con un taxista que me llevaba al trámite número 3 y,  justo conversando de la diferencia entre los líderes de ahora con los de antes, pasábamos por Lomas de Chapultepec, frente a una estatua del prócer de la independencia hispanoamericana Antonio José de Sucre y le pregunté, sospechando que desconocía la respuesta, ¿sabes a que edad murió ese señor de la estatua? Sin esperar su respuesta, le dije que necesitó apenas  35 años para inmortalizarse y para ser reconocido, junto  con Bolívar y muchos otros, como liberador de naciones, con lo que se validaba lo que  veníamos conversando. Por cierto, hablando de personajes inmortales,  el taxista me comentó que  cuando él  tenía apenas  8 años de edad, regaba semanalmente la supuesta tumba de Pancho Villa en Chihuahua.

En la noche, ya en el Benito Juárez (aeropuerto con nombre de Benemérito) esperando mi vuelo de retorno, vi a un gran hombre a quien admiro, a pesar de que sus ideas no se parezcan tanto a las mías. Le pedí tomarme una foto con él y le hice un par de preguntas.

Ahora, ya en el avión de regreso, se me desvela toda mi trama, como si fuera una novela corta. Los líderes de nuestro tiempo no son como los de antes porque el mundo no es como era antes. Los líderes como Pepe Mujica, a quien le agradezco la foto y su cercanía hoy cuando le pedí que fuera más duro con los dictadores de Venezuela;  líderes como Leopoldo López y miles de venezolanos que están sacrificando mucho más que su confort, por mi país, líderes como Francisco y la madre Teresa. Mujeres y hombres como ellos serán recordados cuando  la Humanidad esté preparada para entenderlos.

jueves, 6 de octubre de 2016

Animal Político



Aristóteles y la Forma Ideal de Gobierno.

Para Aristóteles,  el hombre es un animal político. De esta afirmación se puede interpretar que lo que nos diferenciaría de los animales son las habilidades o capacidades “políticas”. No quiero ser muy pragmático,  pero creo que esto se podría ilustrar diciendo que el hombre es ese animal que puede, quiere y necesita vivir en relación con el Estado. Evidentemente,  esta aseveración deja mucho por fuera; sin embargo, es una inmensa aproximación al valor que tiene para la Humanidad el hecho de vivir organizados y regulados en sociedad.

La existencia de constituciones políticas en casi todos los países y, especialmente, el hecho de que el preámbulo de casi todas estas constituciones represente la sumisión a la Ley Natural,  es un indicio de que el Estado es una forma de asociación ideal que, como también decía Aristóteles, debe servir para la superación del hombre.

Si tienes sospechas respecto a que el Estado no es el espacio desde el cual las mujeres y hombres del planeta nos podemos desarrollar, o que al menos esa es su función primera, entonces observa la belleza de este extracto del preámbulo de la Constitución Política vigente de la República de Guatemala, que no deja espacio a la duda sobre el carácter progresista y evolutivo del Estado en la Humanidad, “…afirmando la primacía de la persona humana como sujeto y fin del orden social; reconociendo a la familia como génesis primario y fundamental de los valores espirituales y morales de la sociedad y, al Estado, como responsable de la promoción del bien común…”

En este punto conseguimos que el Estado es causa y consecuencia del desarrollo integral del hombre, que es por naturaleza social. En resumen, el Estado es una realidad natural considerada comunidad perfecta, ya que nos abastece del bien común y es necesaria para el desarrollo de todas las potencialidades de las personas por medio de las interacciones continuas de sus miembros.

La realidad hoy en día es que, si bien es verdad que necesitamos al Estado para desarrollar todas nuestras potencialidades y maximizar por ende nuestra calidad de vida, no existe una forma de gobierno íntegra que les garantice ese bienestar a todos sus ciudadanos, ni siquiera la esperanza de que al menos las cosas van mejorando.

Volviendo a Grecia, Platón proponía que una inmensa clase media escogiera a los gobernantes, para asegurar que no habría mucha brecha entre las clases más altas y más bajas; mientras que su alumno Aristóteles, un poco más democrático, pensaba que ricos y pobres también tienen derecho de elegir;  pero,  un gran pero,  los votos valen en relación a las propiedades del votante. De esta manera el voto de un pobre vale por uno pero el de un rico, digamos que mil, dependiendo de la magnitud de sus propiedades.

Si pensamos que esta búsqueda de la mejor forma de gobierno es nueva, estamos muy equivocados. Tampoco la tan alabada democracia ha sabido asegurar  una eficiente,  ni siquiera eficaz,  administración del Estado para satisfacer todas las necesidades de sus ciudadanos.

De esta onda de modernizar la democracia a través de consultas populares queda la duda sobre si es bueno que la totalidad del pueblo con edad para votar  tome las decisiones importantes del país;  igualmente,  si  los temas de alto impacto como la pena de muerte, el derecho al aborto; o temas técnicos como el caso de la utilización de semillas genéticamente modificadas, implican mucho más que popularidad, política y votos.


En fin, la democracia es perfectible como el hombre y si me preguntaran sobre la forma ideal de gobierno, sin ánimos de ser pesimista, diría que la democracia es la menos mala.

miércoles, 5 de octubre de 2016

El Trabajo


“…Y, ¿qué significa trabajar con amor?
Significa tejer el paño con hilos sacados de tu corazón, como si tu amado fuera a llevar ese paño.
Significa construir una casa con afecto, como si tu amado fuera a vivir en esa casa.
Significa sembrar las semillas con cariño y cosecharlas con alegría, como si tu amado fuera a comer las frutas.
Khalil Gibran, “El Profeta”

Con toda probabilidad, la primera imagen que se nos viene a la mente al hablar del trabajo es la del castigo.  Ya decir “trabajo de parto” implica dolor, ¡mucho dolor! Si tuviéramos dudas sobre la posibilidad de que la relación entre ambas palabras sea casual, entonces veamos en francés, “Travail” traduce al español como trabajar y también parir. Pero la referencia que probablemente sea más universal al respecto es la que aparece en Génesis 3:19, «Con el sudor de tu frente comerás tu pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado.» en la que se relaciona trabajar con el pecado original y que acompañado del dolor señala el camino de la vida humana sobre la tierra.

Sin embargo, hay infinidad de referencias en las Escrituras que confirman que el trabajo es bendito. La principal, a mi modo de ver, es la idea de que somos hechos “a imagen y semejanza” de Dios,  con lo que recibimos de Él la autoridad sobre todas las especies del mundo. Esta herencia, en la que nos inspira a toda la Humanidad, entre otras cosas su carácter creador, solamente puede servir al hombre mediante el trabajo.

Este debe cumplir, según la doctora Linda Paz Quezada en su trabajo "Ámbitos de Desarrollo Profesional / La Familia en el Siglo XXI", al menos tres funciones:
  • Ser fuente de realización personal,
  • Ser instrumento de integración social y
  •  Ser vía de acceso a la renta.

Tres elementos que sin duda dignifican al hombre y a la familia y, por consiguiente, a la sociedad.  El salario, que asegura la vida y la salud de los trabajadores y su familia, y el respeto de los derechos del hombre, constituyen la condición fundamental para la paz.

Esta dignificación del trabajo es tema principal de la  Carta Encíclica Laborem Exercens, donde el Papa San Juan Pablo II, el 14 de septiembre de 1981,  describe la profunda relación del hombre con el trabajo desde los ojos de la Iglesia Católica, remarcando que las ideologías han tratado a los seres humanos como instrumentos de producción y no como personas sujetos de trabajo o  como mercancía sujeta al mercado de la oferta y la demanda.

De igual forma, se explica en la Encíclica que una de las consecuencias naturales del trabajo es la propiedad y se profundiza un poco más al respecto, explicando que en ese proceso el hombre se apropia en pequeñas partes de los recursos y riquezas de la naturaleza, para convertirlos en su puesto de trabajo; ­ por esa razón, se corrobora que todo el esfuerzo de la Iglesia en enseñar acerca de la propiedad es con la finalidad de asegurar la primacía del trabajo y del hombre en la vida social, específicamente en el proceso económico, haciendo  inaceptable la postura del capitalismo que defiende el derecho exclusivo a la propiedad privada de los medios de producción.


Por su parte, rechaza la indigna utilización de las necesidades del hombre como banderas políticas para el logro de poder, estrategias usadas típicamente por socialismo y comunismo desde los inicios de luchas de clases  (Marx y de Engels).

lunes, 3 de octubre de 2016

Olimpia de Gouges

La Revolución Francesa, desde sus inicios, representó para las mujeres de la época una esperanza de reivindicación que prometía (sin decirlo) mayor participación en los asuntos públicos, en ese tan particular Siglo de las Luces. Y no es para menos si nos guiamos por sus consignas Libertad, Igualdad y Fraternidad; todas ellas, por cierto, del género femenino.

Si nos ponemos a detallar, casi todo lo relacionado con la Revolución Francesa es femenino. Desde María Antonieta, reina consorte de Francia, esposa de Luis XVI, quien se considera por su frivolidad, derroche y origen austriaco como detonante de la revolución, hasta la sustitución de Dios por la “diosa razón”, pasando por las imágenes femeninas de la Libertad. Las referencias de la Revolución Francesa apuntaban inicialmente a pasar de un mundo conducido por una fuerza dominante, a un mundo más justo, en el que los menos favorecidos serían recompensados.


Es importante dejar claro que las imágenes de una mujer con los pechos descubiertos que representa la libertad, ondeando una bandera francesa, en la obra de Delacroix “La Libertad Guiando al Pueblo” no hace referencia a la Revolución Francesa sino a la Revolución de Julio de 1830 en Francia, que terminó con la monarquía de Carlos X.




Sin embargo, la mujer es una de las primeras víctimas de la Revolución Francesa. En su afán de trasladar el poder al pueblo que representa a la voluntad general, considerada como la expresión natural del hombre bueno, se crea la Asamblea Nacional Constituyente que, entre muchas otras cosas, engendró, el 26 de agosto de 1789, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Allí, lo que pareciera una inocente utilización genérica del masculino no lo es. Esa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, no se refiere al “hombre” como persona o ser humano ni al ciudadano como al hombre o mujer titular de derechos políticos con sometimiento a las leyes. A lo que se refiere es al ¡HOMBRE DE SEXO MASCULINO! y al CIUDADANO, no a la ciudadana.

¡Qué manera de reaccionar en contra de las injusticias y las desigualdades!

Siendo sensatos, no había mucho que esperar en beneficio de la mujer. Ya Rousseau, uno de los pensadores que inspiraron todo el movimiento revolucionario, en “El Contrato Social”, había escrito en 1762, “La educación de las mujeres debe ser relativa a los hombres. Gustarles, serles útiles, hacerse amar y honrar de ellos, educarles cuando jóvenes, cuidarles de grandes, aconsejarles, consolarles, hacerles la vida agradable y dulce, son los deberes de las mujeres de todos los tiempos..."


Muchas fueron las mujeres que valientemente reaccionaron frente a esta discriminación de género, enarbolando las mismas banderas de la Revolución Francesa. Una de ellas, la actriz, escritora, política y filósofa francesa, la revolucionaria Olimpia de Gouges, promulgó Los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana donde reclama el derecho a la libre expresión, derecho a la propiedad, a la educación, a participar en la vida política y otros derechos de la mujer, reescribiendo cada uno de los artículos de la declaración de la Asamblea Constituyente.

Finalmente, fueron muchas las mujeres que, como Olimpia, no tuvieron "égalité" de derechos en sus vidas aunque sí terminaron las mismas de igual manera, en la guillotina.

jueves, 29 de septiembre de 2016

La Banalidad del Mal



“El hedor que ahí eternamente se desprende”
 
Nunca lo hubiera imaginado pero, la única vez en la historia que Israel ha sentenciado y aplicado la pena de muerte en un juicio civil fue en contra del  teniente coronel de las SS nazis Adolf Eichmann, responsable confeso de crímenes horrendos contra los judíos en la Segunda Guerra Mundial. Este juicio, que culminó en diciembre de 1961, mandó a este parco y extraño personaje a la horca el día 31 de mayo de 1962. A continuación, una de las sesiones, la número 30 del juicio, del día 8 de mayo de 1961.


 
Lo particular del caso de Eichmann, referido por Hannah Arendt, es que el acusado parece no tener rasgos particulares de maldad, ensañamiento, ni siquiera enajenación mental, argumentando que cada una de las atrocidades que cometió, las hizo simplemente cumpliendo órdenes, evidenciándose la eliminación voluntaria y  total de su conciencia, eligiendo no pensar y renunciando a sus cualidades como persona, con lo que él mismo  abre la posibilidad de no tener juicio moral.
 
Esta observación de Hannah Arendt, escritora judía de The New Yorker, la llevó a conceptualizar la idea de “La Banalidad del Mal”, por cierto mal interpretada por gran parte de los judíos, quienes la acusaron, digamos que por sus ideas, pero tambien por su nacionalidad alemana, de tratar de justificar a Eichmann y con él a casi todos los oficiales nazis.
 
Mientras la comunidad judia del mundo tenía sus esperanzas en hacer justicia y en tratar de eliminar para siempre toda posibilidad de retoño del antisemitismo y corrientes neonazis,
lo que no dejaba dormir a Hannah era ver cómo un hombre responsable de tanto sufrimiento, parecía no sentir ni odio ni arrepentimiento. Su sensación era la de estar frente al mal absoluto,  que ella denomina “el mal radical” y que consiste en el mal hecho por los hombres que no tienen motivo para hacerlo, esos hombres que no son malvados ni demoníacos, pero que actúan sin ningún tipo de conciencia, de las consecuencias de sus acciones.
 
Esta desconexión entre los actos y “el bien y el mal”  excluye a Eichmann de la lista de los monstruos tradicionales, pero lo incluye en una nueva lista en la que aparece un ejército de personas normales y comunes que hacen que el mal sea banal, como un concepto alejado y desvinculado de los actos. 
 
Personalmente, me identifico con la idea de Hannah Arendt, en la que manifiesta una sensata preocupación por lo catastrófico para la Humanidad de no tener conciencia y el poder de los que “no tienen poder”, especialmente para el mal; por acción, pero también por omisión. Sin embargo, encuentro incongruencias en el caso de Eichmann, especialmente porque en el ejercicio de sus “responsabilidades” se preocupaba por hacer bien su trabajo, con lo que de alguna manera evidencia una conciencia sobre las consecuencias (al menos algunas) de sus actos. Me pregunto entonces una y otra vez, ¿Cómo puede alguien estar tan preocupado por hacer bien su trabajo?

En 2012 se estrenó la película,  “Hannah Arendt y la Banalidad del Mal”, que por cierto está completa en Youtube [click para verla], en la que se muestra la obcecada y radical participación de Hannah Arendt, protagonizada por Barbara Sukowa, en todo el proceso del juicio a  Eichmann como corresponsal de The New Yorker. Casi al final de la película, en un momento de reflexión, comenta que la atacaron por muchas cosas que dijo, pero que nadie lo hizo por su verdadero error, reconociendo que "el mal no puede ser radical, solo el bien".


Confieso, probablemente por los momentos tan duros que está viviendo mi país, Venezuela, que este tema me tomó desprevenido y me transportó a un deseado futuro próximo, en el que las injusticias sean historia y que la podamos ver desde lejos, en blanco y negro, y comentarla con nuestros hijos con más preocupación (por la banalidad del mal) que odio.  Me despido con la oportuna frase de Martin Luther King,

"No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos"

domingo, 22 de mayo de 2016

sobre la vocación

Creo que todos tenemos algo de maestros, o al menos ese extraño gusto por compartir lo que creemos que el otro necesita para ser mejor persona. 

En mi caso, descubrí a mis casi 50 que toda la vida quise ser educador. No se si lo supe siempre pero hoy estoy seguro de eso y aquí estoy, terminando una maestría en educación universitaria que me pondrá en el otro extremo del aula.

Por lo pronto estoy viendo, oyendo y leyendo todo lo que me consigo que me ayude a ser uno de los buenos. 

Este espacio es para compilar y compartir toda esa información. Revísala y comparteme las tuyas.

Gracias

Fitness Universitario

Es curioso observar cómo invertimos inmensas cantidades de dinero y tiempo en gimnasios, imitando actividades que evitamos en nuestro día a día. Así, en el gimnasio pagamos, por ejemplo, para que nos dejen subir escaleras que no van a ninguna parte,  mientras en la oficina usamos elevadores; pedaleamos horas en bicicletas estáticas,  mientras nuestras bicis se llenan de polvo en la casa; levantamos pesas una y otra vez,  al mismo tiempo que pagamos por el trabajo pesado de nuestra casa u oficina. De tal manera, las actividades cotidianas que nos permitirían estar en forma las podríamos estar reemplazando por simulaciones de estas mismas, pero en ambientes más controlados.
Sin embargo, a pesar de lo absurda que podría parecer esta situación, tiene muchas consecuencias positivas, entre ellas la posibilidad de enfocarnos en áreas muy específicas a desarrollar, tener asistencia técnica en el proceso y,  en un contexto más amplio, se fomenta la creación de empleos creciendo la economía del país.
En el ámbito universitario pudiera estar sucediendo una situación análoga,  en la que profesores universitarios se esfuerzan constantemente y usan toda su creatividad en inventar problemas y casos hipotéticos,  similares a los que se experimentan en la vida real, para que sus alumnos puedan desarrollar capacidades prácticas, mientras en la vida cotidiana, empresas, organizaciones, la comunidad y hasta la misma universidad  padecen, sin resolver,  esos tipos de problemas.
Por una parte, los estudiantes hacen un gran esfuerzo por resolver problemas irreales; problemas hipotéticos que intentan cubrir la totalidad del objetivo de la cátedra,  pero que en muchas oportunidades son fríos y desconectados de las variables ambientales propias del entorno y que en muchas ocasiones son las más difíciles de evaluar y resolver. Por otra parte,  los problemas reales siguen allí, sin solución, a veces por limitaciones de tiempo o presupuesto, otras por falta de un equipo suficientemente técnico para dar con la solución.
Otra cosa muy diferente sería si los profesores universitarios de cátedras prácticas, como es el caso de las ingenierías, se acercaran a las empresas y comunidades vecinas de la universidad y ofrecieran gratis o incluso a un precio mínimo, el servicio de que en sus aulas se resuelvan parte de sus problemas técnicos, aprovechando todo el potencial y horas hombre de análisis e investigación.
Los estudiantes estarían mucho más motivados dedicando su tiempo a la resolución de problemas  reales, experimentando situaciones muy parecidas a las que enfrentarían en sus posibles próximos empleos, sin contar con que pueden adicionalmente dar un beneficio económico a la universidad, la cual a su vez invertiría en más tecnificación, laboratorios o incluso becando estudiantes sin recursos.
Adicionalmente, la evaluación de la cátedra dependería más de los resultados y los procedimientos que de criterios subjetivos del profesor. Digamos que la evaluación sería una consecuencia natural del desempeño.
Esta interacción de la universidad con los factores productivos de la sociedad es conocida como vinculación, considerada por Gould como “el conjunto de relaciones entre una IES (Instituciones de Educación Superior) y la sociedad, a través del cual el sector académico presta sus servicios profesionales a variadas organizaciones, generalmente con base en contratos o convenios”
En esta interacción la universidad da mucho a las organizaciones, pero el beneficio que reciben los estudiantes de las empresas podría ser incluso mucho mayor, especialmente en lo que se refiere a la motivación, experiencia, contacto con la vida profesional y posibilidades de empleos futuros.
Como dice Serna Alcántara, “Los que anhelamos educar a los jóvenes para que posean una conciencia autónoma tenemos un enorme reto que va más allá de los currículos, los programas de estudio y la práctica docente. Implica acercarlos a una realidad que solo conocen superficialmente, casi siempre a través de la visión de los medios masivos de comunicación. Las universidades, a través de la extensión, deben contribuir al contacto reflexivo con la realidad, seguido del compromiso para transformarla. Adquirir una conciencia crítica implic
a asumir determinados valores y los valores que no se traducen en hábitos y actitudes, no pasan de ser buenas intenciones.”
En fin, soltemos un poco las pesas y ordenemos nosotros mismos nuestras habitaciones.